Susana Díaz reunió el sábado en Granada a 4.000 personas y, al menos, otros tantos selfies.
Hace años, el personal iba a los mítines del PSOE a cantarle a Felipe que quería un hijo suyo o a pedirle a Alfonso que diera caña. Ahora, lo que se estila es hacerse un selfie con Susana, aunque algunos deberían percatarse de que no todas las caras resisten un primer plano. Y mucho menos todas las jetas.
Circula un documento con la lista de autobuses para el acto del día 21.
Desconozco si es cierto, pero los números encajan y, sobre todo, si no es verdad podría serlo.
Pocos partidos -por no decir ninguno- tienen en estos momentos en Andalucía una capacidad de movilización organizada como el PSOE de Susana Díaz.
Pero, fíjate, que la movida tenía supuestamente trampa: el picnik.
Reconozco que llenar 115 autocares tiene su mérito, aunque se recurra al papeo, incluso, gratis. Salvo que sea a base de periodistas, claro está.
Pero a los mítines con picnik les sucede como a las penas con pan, que son más llevaderos. No entiendo cómo la ley electoral prohíbe las inauguraciones y la publicidad y no ha legislado convenientemente el uso y abuso del piscolabis como estrategia para atraer el voto.
En mi caso en particular, me vendería mucho antes al mejor perol que al mejor postor.
Y una bolsita de picnik es una provocación.
Uno se imagina en su interior una tortillita como la de la foto del 74 en los pinares de Oromana, y dos huevos duros, como remataba sus discursos Alfonso Guerra.
A ver si se esteran. Que en Andalucía no nos hace falta que nos enseñen a pescar, como piensa alguno. Que aquí el que pase hambre es porque no quiera ir a un mitin.
en twitter @quicochirino
Deja una respuesta