
Luis Gerardo García Royo –de ahora en adelante Nino- era un concejal a ratos esquivo para los medios pero bastaba con pillarlo cinco minutos para que te surtiera de titulares.
Apenas había coincidido con él un par de veces el día llegué al Ayuntamiento y me dijeron que entrase en su despacho. Accedí con las expectativas de un crío al que le abren la puerta de una tienda de golosinas, confiado en que saldría empachado de noticias. Seguramente irrumpí con un chascarrillo para romper el hielo y Nino me respondió a voz en grito que me llevaría a los tribunales. El chiste –aunque no lo recuerdo- sería bastante malo pero no lo suficiente como para constituir delito.
Al entonces portavoz del gobierno municipal no le gustó lo último que había escrito, y aunque probablemente también sería mejorable tampoco resultaba punible.
Después de aquel día procuré afinar mis chanzas cuando me lo cruzaba por los pasillos y él respondía con tanta malafollá como agudeza. Ninguno de los dos se fiaba en exceso el otro; por lo cual puedo decir que llegamos a la relación perfecta entre un político y un periodista.
Nino fue lo mejor y lo peor de aquel primer gobierno. Ante la opinión pública era difícil justificar que no repitiese en la lista de 2007, aunque los periodistas persiguiésemos ese titular como si se tratara de un ajuste de cuentas.
El ajusticiamiento se le atribuyó a Sebastián Pérez y de hecho fue quien ejecutó la sentencia y le ofreció como compensación una plaza en el Consejo Consultivo que Nino desechó. Estábamos tan obnubilados por la caída que ni siquiera reparamos en que José Torres Hurtado no hizo nada por salvar a quien se intuía su hombre de confianza. Y pudo haberlo hecho. Igual que en las campañas siguientes puso y dispuso en la candidatura lo que le vino en gana.
Llamé a Nino esa tarde y no me cogió el teléfono. Algún tiempo después me lo encontré –probablemente en un bar- y me dijo que me debía una entrevista que todavía estoy esperando.
EL MENSAJE CRIPTADO
A Nino lo sustituyó en el área de Urbanismo Isabel Nieto. Antes de despedirse de la plaza el Carmen, García Royo dejó un consejo críptico para su compañera: “Le irá bien si se desprende de algunos colaboradores. Sería conveniente que fuera renunciando a ellos”.
Una década después empezamos a explicarnos muchas cosas.
Tras estallar la ‘operación Nazarí’, un colega que andaba en las mismas batallas en aquellos tiempos me hizo una pregunta que me hizo volver sobre las historias que dejamos sin cerrar: ¿No te explicas ahora por qué se quitaron del medio a Nino?
Cuando se levantó el secreto de sumario vi la declaración de García Royo como testigo. Ya al final, casi sin que se lo preguntaran, Nino dejó a modo de coda su última frase; como en los viejos tiempos, con tanta malafollá como agudeza. “La Policía me preguntó qué me parecía lo que se había hecho (en el Serrallo). Y dije que era manifiestamente diferente a lo que yo había visto. No se parece mucho”.
El 3 de marzo la jueza que investiga el caso Serrallo reabrió la instrucción para citar como investigado a José Torres Hurtado. Entre los nuevos indicios de su posible responsabilidad penal está la declaración en sede judicial de Luis Gerardo García Royo.
Le llaman justicia poética.
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