Pedro y el lobo

Febrerillo (‘el loco’) va en serio, según Pedro Sánchez, al que el jefe del Estado le ha encargado que le sustituya, en la ronda de conversaciones con los partidos del arco parlamentario por si es capaz de lograr los suficientes apoyos para ser investido como presidente del Gobierno de España.

Pedro Sánchez-Pérez Castejón, perdedor de las elecciones generales, está feliz como una perdiz con la designación real, después de embaucar a los barones socialistas y dejarlos, por el momento, fuera de juego. El Rey Felipe VI, a quien una indiscreta cámara captó en el palacio de la Zarzuela su cogote con canas que se elevan hacia la occipital y soberana testa, sospecho que tendrá seguro que el pretendiente a la Moncloa no formará Gobierno con los de Podemos. Porque, Pablo, Pablito, Pablete
a los reyes los lleva directamente a la guillotina. ‘Magister dixit’.

Se nota no solo la juventud, que es buena, pero suele ser atrevida, que Pedro Sánchez es un regateador –incluso con los suyos– que trata de ocupar el legítimo espacio del socialismo que trituró Rodríguez Zapatero. Cierto aire mimético ha adquirido de su compañero predecesor. Aunque para muestra basta un botón, se nota que a toda costa, de provincias peninsulares e insulares, opta el madrileño socialista con el que comparto el signo ‘pisciano’ –solamente– tocar con la izquierda el cielo del poder gobernar, aunque sea un ratito. La situación me ha recordado al aprendiz taurómaco ‘Platanito’, para entretener al personal del ruedo ibérico durante algún tiempo. Pero se le ha dicho que no hay tiempo para polkas y valses.

«Un mes necesito». Largo me lo fiáis. Algunos pueden acortarle los plazos, curiosamente los antagónicos PP y Podemos, están achuchando, legalmente, para que en la quincena Pedro Sánchez, sea una realidad tangible o un efímero postulante. También lo está haciendo el actual secretario general de los socialistas, que en unas hipotéticas nuevas elecciones generales bajarían en expectativa de voto. Según la encuesta de enero del barómetro del CIS.

A la vista de los datos puede llegar el lobo y, Pedro, no debería jugar con fuego enemigo. Democráticamente, por respeto institucional, por consideración a más de siete millones de españoles que han votado al Partido Popular, el señor Sánchez Pérez-Castejón no le puede negar el pan y la sal, al señor Rajoy, al margen de la empatía o antipatía que le genere su persona. Mariano Rajoy, hoy, por hoy, es el presidente del Gobierno de España, en funciones, y líder de la formación política ganadora en las pasadas elecciones. Parece lógico, que dadas estas circunstancias, algo tendrá que decir y qué aportar ante la eventualidad, próxima, de un futuro Gobierno de España.

La actitud de Pedro Sánchez debe cambiar, fundamentalmente, porque su tozudez incoherente, de dialogar, pero no negociar con el PP, se apoya en los casos de corrupción; lluvia ácida, que, por desgracia, afecta a todas las formaciones políticas –veteranas, emergentes y empresas asociadas–. El pretexto es hipócrita, falsario y cínico.

Don Pedro me recuerda a Aníbal Barca, el cartaginés, que en su adolescencia su  padre, le obligó a jurar odio eterno a los romanos.