Manguis, mangandi

Escribía Jardiel Poncela, con humor, en los años cuarenta ‘Los ladrones somos gente honrada’ y es posible que lo fueran en aquella época de penuria y hambre, pero hoy dudo mucho de la honradez del ladrón.

Del cable de cobre, que ya sólo queda para la muestra, los cacos andan ‘recogiendo’ toneladas de aceitunas, de nuestros campos, sin la molestia de tener que varearlas. Los amigos de lo ajeno destrozan, con pólvora, nocturnidad y alevosía los cajeros automáticos de las entidades bancarias, con mancuernas destrozan máquinas expendedoras de bebidas y frutos secos, roban bolsos para pagar el taxi y desvalijan, como Pedro por su casa, viviendas con inquilinos dentro llevándoselo ‘calentito’ con la mayor tranquilidad del mundo. Se roban perros con pedigree, jamones de pata negra, expedientes X, guacamayos… coches del alta gama y, en unos días, los mangantes saquearán los circos, con la venia de la corregidora madrileña Carmena. Monos, elefantes, caballos, osos, tigres, leones, serpientes y el jefe de pista entrarán en una especie de Arca de Noé que surcará, después del estúpido diluvio de descabelladas ideas, por aguas especulativas.

 

Pero me cuentan, expertos en el asunto de la ‘mangancia’, que la tragedia diaria en comercios y grandes superficies es el robo al menudeo. El menudeo es terrible porque la cleptomanía avariciosa se acrecienta cuando se concitan infinidad de productos, susceptibles, en teoría, de ser sustraídos. Manos para qué os quiero. Lo malo es que te suene la alarma a la salida del establecimiento.

 

Estos días hemos visto en el banquillo a principales ‘manguis’ de esta España nuestra y de todos ellos –que gozan de ‘buena salud’– me quedo con la quebradiza y lamentable figura de Julián Muñoz, cuyo deterioro orgánico es evidente y, como contrapunto, la reaparición televisiva de la ‘blanqueadora’ maquillada, Isabel Pantoja, colaboradora necesaria y pareja del que fuera alcalde ‘mangandi’ de Marbella, rodeada de adhesiones inquebrantables, flores, sonrisas y lágrimas emborrizadas en un victimismo hipócrita y populachero. Vivita y con bata de cola promociona la tonadillera, en estos días, sus próximas actuaciones, que hay que hacer caja. Es bueno que la gente se rehabilite. Pero la ejemplaridad de la justicia es algo que la mayoría de la ciudadanía viene reclamando porque es un pilar sustancial del estado democrático. Cuando, hace algunos años, el andalucista Pedro Pacheco, acuñó la frase de que «la Justicia es un cachondeo», frase que caló profundamente en el pueblo, no estuvo ni acertado, ni perspicaz en su aseveración porque, transcurrido el tiempo fue a dar con sus huesos en la húmeda mazmorra culpable, entre otros cargos, de prevaricación, falsedad documental y fraude a la Administración.

 

Hay otras formas de hurtar, en Granada, por ejemplo, nos quitan las vías del tren, nos ningunean los dos hospitales generales, nos cierran a cal y canto el museo Arqueológico, se llevan la delegación de la Sociedad de Autores a Málaga, liquidan la Asociación de la Prensa o evitan, socialmente, que los granadinos sepan, de una puñetera vez, qué ha pasado con el ‘ro-robo’ en la Fundación Federico García

Lorca y cuándo tendrá la ciudad el legado del poeta en ese edificio fantasma de la plaza de La Romanilla. Cualquier día de estos, a la chita callando, se llevan el puerto de Motríl a Nerja –La Alhambra ya está en Málaga, según algunos tour operadores– y no trasladan Sierra Nevada «porque pesa mucho», como irónicamente ha comentado ésta semana nuestro admirado poeta Rafael Guillen.

Gua