«El Territorio Comprometido»
Por Mathieu Lèbre. Arquitecto paisajista
Hoy en día no hay duda de que Las Alpujarras son un ejemplo e incluso un manifiesto de la justa integración del hombre en el territorio, con respeto y humildad. La búsqueda de las soluciones más sencillas, adaptándose al medio y sacando provecho de los hechos naturales, ha conferido a este paisaje una singular belleza reconocida por diferentes figuras de protección tanto a nivel ambiental como cultural.
Pero lo más interesante del paisaje de Las Alpujarras es que nos abre los ojos sobre otras maneras de interactuar con el territorio de forma general. Las ciudades actuales han olvidado la importancia de tomar en cuenta los valores de lo “existente” a la hora de crecer, de evolucionar o de remodelarse. En estos últimos años se ha apostado por modelos de ciudades donde lo más importante eran preocupaciones a corto plazo: rendimiento económico, especulación inmobiliaria… La llegada de la crisis actual en gran parte debida a la burbuja inmobiliaria pone en duda todo el modelo de desarrollo, ya que desvela la insostenibilidad de este sistema tanto a nivel económico, como ambiental y social.
Cada vez se valorizan más los elementos patrimoniales de nuestro entorno, y de hecho, el paisaje se ha empezado a considerar también desde el punto de vista de su conservación como elemento patrimonial. Rompiendo con esta percepción, el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia 2000) define el paisaje como “cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos”. Por lo tanto, el paisaje ya no es solo un elemento patrimonial a preservar, sino también un reflejo de las relaciones del ser humano con el territorio. Esto implica que cualquier lugar es un paisaje, y entonces cualquier lugar tiene un carácter propio, así como valores y conflictos de orden paisajísticos que hay que tomar en cuenta en cualquier acción humana emprendida sobre ello.
Un lugar tan emblemático como Las Alpujarras pone en evidencia la importancia de la consideración del paisaje en el desarrollo y la ocupación del suelo por los seres humanos. Precisamente los lugares donde el paisaje se valora por su interés patrimonial son los que deben servir de modelo. Es fundamental sacar, de las lecciones que nos dan estos lugares, las herramientas para extrapolar este modelo de desarrollo a cualquier otro lugar del mundo:
– Donde siempre hay sentimientos, sensaciones, y aspiraciones… elementos de la dimensión social del paisaje.
– Donde siempre hay un suelo con sus condiciones particulares, unas pendientes por las que corre el agua…elementos de la dimensión territorial y ambiental del paisaje.
– Donde siempre hay huellas, restos de la actividad humana pasada… elementos de la dimensión cultural del paisaje.
– Donde siempre hay orientaciones, espacios interrelacionados y conexiones… elementos de la dimensión perceptiva del paisaje.
– Donde siempre hay un proyectista, y personas queriendo mejorar o modificar el lugar… elementos de la dimensión proyectual y urbanística del paisaje.
El paisaje esta en continuo movimiento, en continua evolución… se trata de un proceso en el que el hombre es solo uno de los actores. Por eso todo lo que proyectamos sobre el territorio para acomodarlo a nuestras necesidades debe tomar en cuenta todas esas dimensiones del paisaje. No solamente porque haya que preservar o proteger algunos lugares excepcionales como Las Alpujarras, pero sencillamente porque estamos aquí de paso y que cualquiera de nuestros actos puede tener una repercusión durante años sobre nuestro entorno. Habrá que seguir mirando y leyendo el paisaje para entender como algunas veces se ha conseguido una cierta armonía, y aprender de estas experiencias para mejorar nuestro futuro…
Felicidades Mathieu, nos has recordado la sabiduria y la sensatez del hombre alpujarrenho. Me ha gustado especialmente tu frase «La Alpujarra es un ejemplo, incluso un manifiesto, De la just integracion del hombre y elterritorio, con respeto y humildad…» Gracias por tu aportación al debate sobre la ciudad comprometida…
Hemos hablado mucho sobre la fragilidad del paisaje de la Alpujarra. Está ardiendo el Barranco de Bérchules por tercera vez, aniquilando castaños centenarios, pinares y todo lo que a su paso encuentra. Otro gesto más de la voluntad del hombre hacia su autodestrucción.