Ayer llegué rendido a mi casa por las emociones, la satisfacción y algunos hechos que viví en primera persona durante mi estancia en Alcorcón, pero que hoy me guardo para mi. Así que es normal que esta mañana me levantara hecho trizas, sin más ganas que la de dejarme en brazos de todos los recuerdos que he ido acumulando. Y así estaba, hasta que un amigo aporreó la puerta de mi casa. Para Jose, nunca hay un «no» ni falta un plato de comida. Es mi mejor amigo, criado como yo en el Zaidín, uno de esos barrios de Granada en los que su asfalto te enseña de la vida y a aprender algunos valores y axiomas que no muestran los libros ni ya jamás se olvidan: el trabajo que cuesta conseguir las cosas, el repudiar la hipocresía y la traición, o el defender tu verdad y al amigo con tu propia vida, por poner unos ejemplos.
Aunque conoce que el Granada CF ha ascendido, a Jose no le gusta el fútbol. Pero sí esas intra historias de sobremesa que servirían para dar una explicación desconocida y adicional a los acontecimientos que alimentan las informaciones que tengo que abordar en el desarrollo de mi ejercicio profesional. En esos momentos me siento un Abuelo Cebolleta, mientras que Jose se embelesa y deshace el nudo bombardeándome a preguntas con el máximo rigor profesional. No sólo quiere saciar su curiosidad sino que le demuestre que lo que le digo que es verdad. Y en esas estaba, mostrándole cintas, ajustándole fechas y apoyándome en los sucesos que finalmente tuvieron lugar, cuando tuvo una de esas caídas tan propias suyas: «tú lo que eres es tonto, lo que tienes que hacer es escribir un libro».
Jose, mi amigo Jose, no entiende de editoriales, ni de que para vender hay que tener un cierto estilo literario del que carezco. Pero igual un día hasta me animo. Será dentro de 70 años, que es cuando supongo tendré tiempo, siendo el buen abuelo que espero ser y sin poder agsajar o azorar a nadie, porque nadie ya estará criando malvas. O quizás antes. Porque tampoco puedo asegurar que sea capaz de controlar este cúmulo de sensaciones, de vivencias, de confesiones, de felicidad en la que veo a la inmensa familia del Granada.
Mi enhorabuena a todos sus miembros, y en especial a los 5001 que lucharon por el 5001, a los que siempre estuvieron montados en el carro y vieron los partidos en Loja desde la grada, o subidos al tejado. Porque esto es de ellos más que de nadie y así lo dejaré reflejado en el libro.
Creo que lo suyo es directamente una enciclopedia. Droga dura, amigo. Qué mal rato más bueno pasamos.
Intrahistorias… esto promete!
Te vuelvo a felicitar y dar las gracias por tu aportación, un fuerte abrazo Sergio por fin lo conseguimos … lo lloramos pero lo conseguimos ..