Mesnadas

Otrora, siglos ha, marchaban las huestes  a uña de caballo o en barcos de madera hacia los confines del mundo. Buscaban tierras ricas, cargadas de oros y diamantes, de nuevos frutos y de mano de obra barata (esclavos los llamaron). Y llegaron, les impusieron su religión, su lengua y sus maneras para que les dieran todo lo que tenían. Contagiaron enfermedades y se hicieron los amos de aquellas tierras. Llenaron barcos de riquezas, de semillas y de personas que vendrían a servir, si no morían en el camino, a sus amos, y a dar un toque de color a las tierras viejas que los subyugaron. Las mesnadas llenaron después museos con riquezas arquitectónicas y piezas arrancadas del patrimonio de las tierras conquistadas. Y hoy sacan buenos cuartos mostrándolas al mundo. Expoliaron estas zonas y los hundieron aún más en el tercer mundo. Sembraron discordias y dejaron hecho un solar todo aquel territorio por el que pasaron. Aquellas mesnadas de entonces son nuestros antepasados, más o menos lejanos, porque se ha seguido haciendo hasta hace nada, y continúan todavía en ese afán. No hay nación del mundo civilizado que pueda negarlo. Un sutil y discreto paseo por museos delata el pasado. Y ahora, aquellos que se quedaron en la indigencia, pero que adoptaron lenguas extrañas, religiones para ellos desconocidas y fueron privados de sus oros, y que hoy siguen viendo cómo les quitan sus riquezas; aquellos que hoy trabajan desde la lejanía para nosotros, elaborando productos a tan bajo precio que aquí sería impensable su explotación, que cobran en cama y comida, y que son nuestros esclavos a distancia, casi on line, aquellos quieren vivir, solo vivir, quieren venir aquí a poder trabajar, a comer cada día. No tuvimos la osadía de enseñarlos a sembrar, bien al contrario; no quisimos facilitarles allá, cuando llegábamos, la vida, más bien se la arrancábamos, y ahora, tras caminar meses por desiertos y selvas, tras gastar todo lo que sus familias tienen en un pasaje que bien los puede conducir hasta la muerte, ahora, al llegar aquí no queremos siquiera mirarlos. Y dicen las derechas europeas que ya está bien, que dónde vamos, que hay que poner límites. Los mismos límites que se pusieron desde hace siglos en aquellas tierras que hablan castellano, o francés, o inglés u holandés porque fuimos nosotros primero; nosotros, los alemanes, nosotros los franceses, nosotros los italianos, nosotros los ingleses, nosotros los españoles. Y los conquistamos. Y nuestros dirigentes hoy distribuyen entre el pueblo soflamas de intolerancia, de repulsa contra las personas que hicieron que hoy seamos lo que somos. Y no se les cae la cara de vergüenza porque la vergüenza es una herencia, que quien la hereda la tiene, y quien no, sinvergüenza se mantiene. Desde sus castillos del siglo XXI, de sus almenas virtuales, predican, y siguen sin dar trigo. Y no olvidan porque nunca quisieron saber. Quienes fueron el sustento de nuestro pasado lo son también de nuestro futuro. Pero no hay más ciego que aquel que no quiere ver.

1 Comentario

  1. Un breve resumen de la Historia y de la realidad. Es triste, pero ameno y fácil de entender, no necesita de mentes privilegiadas.
    Muchas gentes pensamos cómo tú pero no tenemos esa facilidad de palabra, ni tan claros los conocimientos.
    Voy a compartir con tu permiso, ojalá muchos lean y comprendan
    Un gran artículo! Felicidades!

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