Pues mire usted que el personal echa las muelas con los gastos de comienzos de curso. Pareciese que son los sangrantes de las economías domésticas. Y puede llegar a ser cierto. Mi amigo Pepe le prometió al niño que, si aprobaba todo en junio el cuarto de la ESO, le regalaría el móvil que quisiera. Ochocientos euros (800) le ha costado el aprobado del zagal. Pero ahora está que trina, porque tiene que gastarse la pasta en los libros de texto, que ya para el bachillerato no los pone la Junta. Y ahí anda el mozo haciendo negocios y buscando libros de segunda mano, a diez euros el de matemáticas, a doce el de lengua, a ocho el de economía… Pepe está algo más tranquilo, porque se va a ahorrar un dinerillo en libros, aunque sus cuentas van por el seguro escolar (alrededor de un euro y algo), la asociación de padres y madres, y esas cosillas. Además de ropas y calzados, que se meten todos en la misma cesta de gastos escolares, como si el chavea de no ir al instituto caminase descalzo y desnudo por las calles. Pero así son las cosas y así las vivimos. El aparatito que absorbe el tiempo del adolescente el triple de horas que los estudios fue la recompensa a una labor acabada. Ahora tocan las quejas por las herramientas para labrar el futuro, y las broncas porque el regalo se lleva la mayor parte de su tiempo, del chaval, quien está en permanente contacto con sus colegas, casi las veinticuatro horas del día. A sus padres a veces los saluda por la mañana y por la tarde. Ah, y cuando necesita algo, generalmente dinero. Pero Pepe está tranquilo, porque su hijo es normal, es decir, es como todos porque tiene lo mismo que todos, esto es, la última tecnología en móvil. Los libros son de segunda mano, pero no pasa nada, además el año próximo, si consigue aprobar, podrá revenderlos y recuperar la inversión. Y es que no hay un mal para un remedio. Lo que es la cosa educativa ha pasado a un lugar que no nos atrevemos a calibrar. Que sí, que es importante que quienes aún van a escuelas e institutos tengan lo mismo, lo que pasa es que ese mismo a lo peor lo hemos puesto muy alto, mucho más alto de lo que corresponde, y le está comiendo literalmente el tiempo y la misma vida. Claro que puede ser que la vida ya sea de otra manera, que ahora cuando se reúnen lo hagan para chatear entre ellos y enseñarse videos, fotos, y cosas muy interesantes, y aunque mi amigo Jesús, que es de Donostia, me dice que sus nietos también hablan, yo vi la otra noche a catorce adolescentes sentados en un banco, cada uno enchufado a su móvil, con un silencio que ya lo quisiera yo para las noches estivales. Es cosa de ir acostumbrándonos, porque esto ya ha cambiado, y a nosotros nos ha pillado fuera de juego, o no.