La esposa que no esposada ha despedido al detenido con modelos de Cavalli o de los chinos que trabajan muy bien la seda. Gafas oscuras para ver las tinieblas de la calle vociferante, móvil en mano y pelo castaño, algo recortado. A la desconsolada, Rosalía Iglesias, le queda la oración por apellido y el bis a bis. Pero puede ocurrir el milagro de Blesa. De Blesa humanidad.