Menos mal que la semana nos ha traído un paréntesis literario de relajado testimonio, de libertaria confesión, con el que nos deleita la sin par alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, gracias a la sagaz oportunidad de la conocida periodista Maruja Torres que, a modo de charleta, encuaderna algunas reflexiones de la regidora ‘podemista’ de la, aún, capital del Reino. El libreto, editado por Planeta, no tiene desperdicio porque Carmena se suelta la melena rizada de progresía y a sus 71 años habla de asuntos sociales, familiares, políticos y sexuales sin morderse la lengua de doble filo.
Curiosamente, la declaración que más ha llamado la atención a nivel de comentaristas, críticos y políticos, es cuando la veterana jurista afirma que el cargo de alcaldesa le desborda y que se siente absolutamente infeliz. Vamos, que añora la jubilación. El libro se presentó el miércoles y un día antes, a través de Facebook, –donde dije digo, digo Diego–, Carmena corrige su espontáneo sentimiento a Maruja y aclara que la culpa fue del Chacha-chá, del agua de Levante que este verano, con las calores acaloradas, se disloca cualquiera y que ella está «muy contenta y satisfecha con el trabajo que estamos haciendo en el Ayuntamiento de Madrid».
Francamente, a mí no me ha llamado la atención, en absoluto, que un alcalde o alcaldesa hablen de la realidad de dirigir una ciudad, y más si se trata de un ayuntamiento como el de Madrid. Ser alcalde, desde luego, es un honor para cualquier político con sentido de la responsabilidad y con vocación de servicio público. Pero, en muchas ocasiones, es un gran coñazo. Por eso no me ha causado ninguna extrañeza, la ‘puntual’ confidencia de Carmena Castrillo en ése sentido.
Sí ‘ame’ dejado ligeramente ruborizado que la juez emérita navegue por el erotismo y ‘erogenus zone’ como ‘La gran odalisca’, de Dominique Ingres, que visita estos días el Prado para placer de la irreal realidad.
Sin anestesia dice, Carmena, al desnudo, que ella lo del punto G como que no. «A mí me parece que el clítoris es un gran invento. Porque eso es lo seguro. Lo mires por donde lo mires».
Es evidente que Carmena escuchó a la banda ‘Hombres G’, aquellos pijos que cantaban «La cagaste… Burt Lancaster» o «Sufre mamón», pero no conoció la indescriptible sensación del punto Gräfenberg. Ella se va a lo seguro.
Lo verdaderamente sublime y admirable es que se hable sin tapujos, en este estado de sitio, entre dos mujeres septuagenarias, de sexo y que después se publique, el íntimo relato, en un libro propicio como regalo familiar para estas entrañables fiestas de la Navidad.
En cuanto al desmentido de última hora de la atractiva edil, una vez más se mata al mensajero, Maruja. ¿Te das cuenta? No te puedes fiar ni de los tuyos. Un día del solsticio de verano te dice que deja el bastón de mando y, en el equinoccio de otoño, se aferra a él para que nadie se lo lleve. Al final, para los políticos, la erótica del poder, tiene más morbo que el clítoris. «Lo mires por donde lo mires».