Nosotros los artistas somos unos deslenguados. Soltamos lo que se nos viene a la boca sin prejuicio, de ningún género. Tal vez esa desenfadada dialéctica, esa espontánea sinceridad se deba, especialmente, a sacar nuestro independiente ego, para llamar la atención y se hable de nosotros aunque sea mal. Lo importante, ya se sabe, es que se hable de uno mientras se está en territorio vital. El día que nadie se acuerda de ti eres como una bombilla fundida.
Mis leales seguidores dominicales al leer el inicio de ‘El Semanero’: «Nosotros los artistas…», habrán pensando, y no sin razón, que soy un petulante, engreído, narcisista y egocéntrico personaje que «da liebre por gato» cómo decía Miguel Mihura. No. Yo, soy un artista, modestamente, pero en clase pobre.
Cuentan, la real o irreal anécdota, de que Picasso, en su estudio parisino, contrató a un pintor de brocha gorda para pintar las habitaciones de su casa y que el artista malagueño –erotómano y nicotínico– le preguntó al trabajador: «¿Qué tal, cómo va todo?» Y sin empacho, con la mayor naturalidad, le respondió al autor de ‘Las Señoritas de Avignon’: «Nosotros, los artistas, sufrimos con cada brochazo que damos».
Más o menos me pasa a mí en este día de comicios. Esta semana, Bertín Osborne, que, hasta el momento está cortando oreja y rabo en La Primera con su programa, ‘En la tuya o en la mía’, ha tenido un gesto que le honra, pese a ser amigo íntimo del Alberto Rivera, y sin dubitación, ha anunciado que hoy votaba a Rajoy: «Porque es un tío brillante». Pero es que Jorge Javier Vázquez, fenómeno polivalente –el sostén de La 5 sin rima, por favor–, vehementemente anunció que lo tiene muy claro: «Voy a votar a Pedro Sánchez». Y ahí está el mérito de estas criaturas que no sufren, en sus carnes, la losa de la indecisión.
Parece que los indecisos se pueden llevar la libre al agua en esta ocasión electoral. Me recuerda aquella canción popular que decía: «Por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, tralará…»
Yo, como artista, tengo el corazón partío. Votaría a Chema Rueda, (PSOE), pero jamás –hemos tenido discusiones bizantinas– quiso que le regalara una corbata y eso es un dolor íntimo, no ideológico, que me acompaña en mi concepción estética victoriana hacia él, y además, debe ser consciente, de que tengo un hermano menor, Sebastián Pérez, que ha dignificado y enaltecido la política en Granada. Es respetuoso y honorable con sus adversarios, es buen gestor y ha sido capaz de impulsar a su formación política a niveles impredecibles, en la etapa democrática, tanto en la capital como en la provincia en los últimos años. Por ello se ha ganado, con fundamento, adhesiones y enemistades inquebrantables.
Hoy domingo, de urnas y cambalaches, aunque el voto sea secreto, yo, hago público mi voto a Sebastián Pérez, como senador del Reino de España, sin desistir de que, por imperativo amistoso, le imponga la corbata a Chema, cuando también sea senador, mientras hablamos de España, que es lo importante, con un buen vino y una buena carne, en ‘El Buey’, frente al Senado.