El 2016, en principio, no ayuda a levantar el ánimo, ni propicia demasiado optimismo, más bien, nos crea inquietud y preocupación. No solo por la incertidumbre de la política nacional, el terrorismo del radical islamismo, la consabida ‘cuesta de enero’, el cambio climático –que, manifiestamente, se evidencia– o la previsible amenaza, como algún economista ha comentado, de una nueva recesión económica mundial. El poeta Pepe Ladrón de Guevara me dice que, el 16 viene ‘farruco’. Al parecer, más de uno así lo piensa.
El fin de año apagué la televisión. No quise ver a la muchedumbre escoltada por la policía, entre pitos y achuchones etílicos, en la Puerta del Sol, ni a la desvestida Pedroche en el balcón, a punto de coger una pulmonía. Suelo tomarme tres o cuatro uvas, a lo sumo, ‘mu remascaitas’, como ‘El Piyayo’, el cantaor y guitarrista gitano malacitano.
–«¡Chavales! ¡Pan de flor de harina..! Mascarlo despacio. Mejor pan que se come en ‘palasio’. Y este ‘pescaito’, ¿no es ‘ná’? ¡‘Sacao’ uno a uno del fondo ‘der ma’!.. Las espinas se comen también, que ‘to’ es alimento. Así, despacito. Muy ‘remascaito’».
Y yo le hago caso. No puedo tomarme doce uvas, a compás de segundos, trepidantemente, atragantándome. Tengo que saborear el fruto de la vid ‘mu remascaito’.
Dice la tradición que son las uvas de la suerte pero, lo cierto, es que con el panorama que tenemos por delante, las cosas, pintan bastos, por mucho que despidamos la noche vieja y nos adentremos en la nueva, disfrazados, con gorro y nariz postiza, soplando con el matasuegras y una botella de brut de Barbadillo, de Sanlúcar de Barrameda, que me la recomendaron y está colosal. Desde hace años, prefiero tomarme las uvas cuando me apetecen y saborearlas con sosiego, sin el agobiante y apremiante campanazo impositivo.
La variedad moscatel de Manílva es sensacional. La uva fresca, tan codiciada en agosto y deshidratada al sol, posteriormente, al margen de ser un manjar, es un fruto que posee propiedades saludables y curativas.
He leído que unos científicos, del Departamento de Agricultura de los EE.UU. han descubierto que la piel, las semillas y la pulpa de la uva moscatel contienen cantidades significativas de un compuesto llamado: resveratrol. Se trata de un antioxidante muy potente. Por ello, soy adicto a las uvas pero, ‘remascaitas’, no para comerlas ‘contra reloj’.
En corrillos, cenáculos grupales y populares tabernáculos se asegura, como, irremediable, que más de un político actual, relevante, no se tomará las uvas a final de año. Salvo que se llegue a un pacto de gobierno, en España, convincente para las formaciones y que el acuerdo, sea coherente, con lo que le están exigiendo sus votantes.
No sé, por qué, he recordado, estos días, la fábula, atribuida a Esopo y contada por muchos, ‘La zorra y las uvas’. Aquella zorra que observó un racimo de uvas. Tomó impulso para dar un salto y alcanzarlo, pero sin éxito. Cansada de intentarlo, sin conseguirlo, desistió comentando: «Qué más da, si las uvas, estaban verdes».
Como toda fábula tiene una moraleja. Es frecuente que los humanos, frecuentemente, fingimos despreciar lo que más anhelamos aunque no lo demostremos, sencillamente, porque sabemos que es inalcanzable