Cuando no es por la gripe aviar es por los insecticidas o pesticidas y es frecuente que nos quedemos sin huevos o escasos de ellos. Este verano en varios países europeos se han visto obligadas a cerrar numerosas granjas avícolas, tras sacrificar a millones de aves, como consecuencia de la utilización de un insecticida, el fipronil, cuyo uso está prohibido en la Unión Europea aunque es un producto calificado como moderadamente tóxico. España se ha librado de esta ‘epidemia’ química, tal vez porque nuestros granjeros son escrupulosos en la aplicación de las normativas que deben aplicarse pero, la importación del producto se ha dejado notar y, en nuestro país, han subido levemente. Esos céntimos demás en la docena de ovoides no han pasado desapercibidos ni en el comerciante ni en el consumidor. Pero, vamos, que salvo que sea usted un tiquismiquis la subida no creo que vaya a producirle una crisis en su economía doméstica.
La ingesta de huevos, como alimento nutricional es muy generalizada; difícilmente al abrir cualquier frigorífico, en la huevera hay menos de un ejemplar. Ejemplares que son alimentos básicos que suelen sacarte de un apuro en sus diversas variedades. ¿Habrá algo más socorrido y exquisito que unas patatas a lo pobre con un par de huevos fritos? Señalan los expertos que con el huevo se pueden elaborar más de tres mil recetas culinarias.
Uno de los países que ha sufrido gravemente el escándalo de los huevos contaminados con fipronil ha sido Bélgica. Manda huevos que sea en Bruselas donde se ha atrincherado el ciudadano Carlos Puigdemont, más conocido en los ambientes como ‘Cocomocho’, huyendo de la justicia española y lo ha hecho asesorado por un experto en librar a peligrosos delincuentes desertores del peso de la ley.
Puigdemont, que pasará a la historia de la histeria como el botarate más necio que siguió caminando concluido el camino, se ha coronado asimismo como Napoleón, en Bruselas capital de Europa, como «presidente de la República Catalana en el exilio», lo cual aparte de ser una majadería es mentira. Con nocturnidad y alevosía abandonó su nación y a sus correligionarios, dejando los huevos en la huevera, en un sálvese quien pueda marchando por las alcantarillas de la cobardía, que es por donde suelen transitar las ratas y detritus sin salvoconducto. En caso de naufragio sabido es que, por honor y valentía, el último en abandonar el barco siempre es el capitán. No se dan ambas virtudes en este personaje de opereta torpe y falaz que política y económicamente ha hecho un daño evidente al pueblo catalán, es decir, a España. Esperemos que en un futuro, próximo, pueda repararse.
Carlos Puigdemont, el huidizo, en coherencia con todos sus actos en la vida política, desde el corazón de Europa duda de la garantía, imparcialidad e independencia de la justicia española,cuestión que no debe sorprender lo más mínimo porque no hay delincuente que diga lo contrario. Por eso, porque se dejó los huevos independizados en el frigorífico, apela a los expertos en malabarismos jurídicos para pasearse como un exilado político –cuestión que no cuela en ningún escenario– y disfrutar de algunas copas con mejillones hasta que sea posible. Si le da tiempo podría probar unos exquisitos mejillones con huevos –nada que ver con los gallegos o los que últimamente he probado de Andalucía– en el Chez León, muy cerca de la Grand Place. Dinero no le va a faltar. He leído que puede ganar al mes más de 9.000 euros si asume y solicita su cese por derribo. No cabe soldada tan solidaria, por parte de la Generalidad, con los ex.
‘Carlos I de la República de Cataluña’ debería pensárselo porque la pela es la pela. Así que tiene dos caminos; seguir siendo presidente de la ‘república’ en el exilio de por vida, en cuyo caso dejaría de percibir el abultado salario o renunciar al ‘designio popular’. Teniendo en consideración su laberíntica tozudez, su egocentrismo, es probable que acabe, tarde o temprano, en la mazmorra de ‘presidente’ con expectativa de destino. Los barómetros maléficos presagian para las próximas elecciones navideñas un empate técnico entre independentistas y constitucionalistas. Sospecho, ingenuamente, que habrán tomado nota los que no desean que se repita la desagradable historieta tragicómica y que, de nuevo, reine ‘Carlos I de la República de Cataluña’ aunque sea desde el exilio carcelario. Porque muchos, más que muchos, preferiríamos tomarnos una tortilla con huevos contaminados de fipronil, procedentes de Bélgica, antes que soportar otra pesadilla orquestada por perturbados secesionistas catalanes.