No paramos. Siempre pensamos que la Navidad nos acosa el estómago porque son fechas de celebraciones continuadas donde, en la mayoría de los hogares, reina la mesa de manjares tí- picos con la mezcla variada de marisco, pescado y carne regados con vinos achampanados y dulces donde la ‘polvoronería’ y la ‘turronería’ nos atiborran y sacian la gula en demasía. Pero es que cuando empezamos con la verdurita para dar un reposo al cuerpo nos llega San Antón y bulle la olla, de nuevo, en las cocinas con la más variada y exquisita propuesta del hermano cerdo. La popular ‘olla de San Antón’ se prolonga hasta final de este mes, como las rebajas, pero subiendo los colesteroles de los valientes que se atreven a degustarla.
Es tiempo de la ancestral matanza, de la que nuestros antepasados anualmente vivieron y crecieron y es difícilmente evitable no degustar cualquier parte del gorrino que, sobre todo en nuestros pueblos, el sacrificio se lleva a cabo –con más o menos sistemas tradicionales– pero que nos brinda una liturgia de excelencia gastronómica extraordinaria. Alguien dijo, y conocido es, aquello de que del cochino se aprovecha todo y es cierto, además que en él tienen gracia hasta sus andares.
La Junta de Andalucía, a través del Instituto de la Mujer, ha iniciado una campaña contra el piropo del ‘guarro’. El piropo, de suyo, no debe molestar a nadie sea hombre o mujer, siempre que se haga con respeto halagüeño. Pero la Junta y sus papisas transgreden, sin matices, con habilidad la verborrea demagógica y si, en algún momento de manera espontánea se te ocurre lanzar un piropo puedes pasar por la conversión en ‘puerco’. Una cosa es el piropo genérico adulador, que agrada a toda persona normal y otra la grosería, lo obsceno o el acoso. Estoy de acuerdo en que existen individualidades y ‘manadas’; esos ‘guarros’ apestan y son despreciables socialmente para los que habría que actuar, implacablemente, con mayor severidad legal –que es lo que debería pedir la Junta– pero no confundir o comparar en una campaña publicitaria, oportunista, a los ‘guarros’ con los gorrinos, a los que se ofende.
En la Granada creativa, que no tiene límites, y siguiendo la iniciativa del ‘Running with dog’, que se celebrará en marzo, no sería mala idea –de hecho se practica en algunos pueblos donde se sortean los chanchos entre la vecindad– llevar a cabo el ‘Running with pork’. Me ha salido la vena animalista. Tan animalista soy que no quiero que nadie difame al cerdo comparándolo con un acosador.
Los cochinos, tan aborrecidos por otras culturas, hay que reconocer que han sido y continúan siendo básicos para nuestra alimentación y es un bello animal del que escribió el cubano Nicolás Guillén a Rafael Alberti: «Quiera Dios, quiera Dios, que no nos falte el vino, pues lubricar el intestino, cuando hay jamón, el vino es de primera. Más si el vino faltara y el por fin manjar comerlo en seco urgente fuera, adelante comámoslo sin vino». También es certero Labarta Pose cuando escribe: «Permíteme que te admire, ¡oh gran marrano! por diversos motivos; pues muerto, vales más que muchos vivos de este género humano, al cual, con honda pena pertenezco, tal vez, porque ser cerdo no merezco».