No es la primera ni será la última vez que el mentecato del actor, sin papel, Willy Toledo, defeque verbal y públicamente en símbolos y sentimientos cristianos para ofender, premeditadamente, la sensibilidad religiosa que, desde la fe, profesan la mayoría de los españoles.
No sé, ni quiero saber, de dónde nace en Willy ese profundo odio a la Iglesia y a todo lo que representa, puesto que habría que hacer un estudio psicológico y una colonoscopia para obtener un diagnóstico aproximado, que no certero, de su psicopatía rectal. Porque aunque hoy la ciencia avanza que es una barbaridad, no cabe duda que existen especímenes difícil de analizar, pese a los más modernos y sofisticados métodos, como es el caso que nos ocupa.
Willy es un vocero sucio y provocador de la trasnochada izquierda extremada que suele retroalimentarse de sus heces a falta de poder hacerlo, como la gran mayoría, del pan nuestro de cada día. Porque es un mal actor, sin papeles, que le ha faltado inteligencia, imaginación y astucia para salir a flote de las procelosas aguas del arte de Talía. Por eso, como las ratas, se ha buscado refugio en las cloacas fangosas de lo más perverso y repugnante y expresar su resentimiento desde una libertad de expresión que él considera lícita. Claro que esto no se le hubiese ocurrido en relación con otras religiones nada permisivas y radicalmente justicieras. Por menos, algunos, se han marchado al otro mundo de manera precipitada.
Es la diferencia de los buenos cristianos que perdonan las ofensas y ponen la otra mejilla y eso lo sabe Willy ‘el niño’ que cada vez que necesita desahogarse y hacerse notable para quedar bien con la pandilla lía el pollo y mientras lo detiene la policía, se hace el remolón y visita al juez se pasa varios días como ‘artista’ paseando su victimismo en los medios de comunicación. Luego, otra vez a la calle a seguir defecándose en lo que más llama la atención, más duele y menos riesgo tiene.
Es un personaje grotesco, un malandrín cagón con diarrea mental que no es capaz de defecar en otros símbolos y otras ‘religiones’ que abanderan los suyos de engañosa manera. Ahí, en ese nicho de polivalentes demagogos, tiene suficientes argumentos falsos como para llenar las letrinas del colegaje, aunque nunca se atreverá hacer de vientre verbal, democráticamente, porque su cultura política se lo impide. Tan solo de, esta forma, veremos extrañamente estreñido a Willy, en el que yo, en defensa de los derechos ciudadanos y mi libertad de expresión, no sólo no pongo mi otra mejilla ni perdono sus ofensivas expresiones a la Iglesia y sus respetables símbolos, sino que por escrito evacuo, excreto y obro en conciencia en su persona, modestamente, en la seguridad de que recibirá el gesto con emocionada gratitud.