Repasando las hemerotecas de los últimos años es fácil que lo dicho por el socialista Pedro Sánchez nos parezca extraño, confuso y totalmente incoherente con la actualidad que predica y pretende aplicar en esta súbita e inesperada gobernanza por la que apostó para derrocar a Mariano Rajoy, con la ayuda de la extremada izquierda y los nacionalistas, en la argucia de una moción de censura. Desde entonces estamos asistiendo, a veces con perplejidad, a un Pedro Sánchez –que como el gallego– no sabemos sí baja o sí sube. En él se produce la dicotomía del ‘sí, pero no y el no, pero sí’.
Los acreedores están con las manos y las bocas abiertas. Cada uno quiere salvar su voto de confianza y aguardan los diezmos y rentas del señorito que hoy reside en La Moncloa pero que mañana, por mano de pecado original de ‘montescos o capuletos’, puede salir como ha salido Rajoy, pero sin Registro. Y no creo que al doctor Sánchez ‘la Camilo José Cela’, lo contrate de nuevo para dar clases de economía.
El impaciente Iglesias, Pablo, que quiere ‘bolivariar’ España, se visualiza como el bicho más peligroso de la manada de termitas políticos y anda de viajes oficiales por cárceles secesionistas y ‘kale borroka’ institucionales, a modo de embajador plenipontenciario. Algunos dicen que ‘hace’ de vicepresidente del gobierno. No me atrevería yo a pensar tal pretensión, pero da el pego. Eso es cierto. Sobre todo porque se mueve con soltura, vestido de riguroso paisano –la frase es prestada y, con permiso, me la quedo– y suele ser portada de periódicos y aperturas de televisiones afines como el ‘SuperLópez’ del Gobierno. Y hace bien. Está buscando, como buen roedor, los recovecos necesarios para mantener el estatus, el chalet, las 24 horas de vigilancia a costa del erario público y gobernar sin gobernar. Menudo chollo.
Esta semana, ha disparado con la izquierda, colando un gol por la escuadra, en el Congreso, con la proposición de ley que aspira a despenalizar las injurias al Rey y los ultrajes a España y sus símbolos. Una iniciativa insensata, para la gran mayoría, que contará con el PSOE y los grupos nacionalistas, aunque han anunciado sus correspondientes enmiendas. ¡Vaya usted a saber qué enmendarán los enmendadores!
Entre los argumentos que sostienen los podemitas, en su propuesta, es que «cuanto más poder tiene una institución mayor ha de ser la exposición a la crítica legítima por parte de la ciudadanía». (Igual que ocurre en Cuba o Venezuela). Pues, ahí queda eso. En el caso de que prosperase la despreciable iniciativa sería necesaria la reforma del Código Penal para despenalizar los delitos de ultraje a España y sus símbolos; el enaltecimiento del terrorismo; las injurias a la Corona, al Gobierno, los tribunales o a las Fuerzas de Seguridad y claro, naturalmente, para aumentar la caótica jodienda, las ofensas contra los sentimientos religiosas. Sería una ley a la medida de la extremada izquierda y por supuesto de los separatistas, pero chocante resulta el apoyo del PSOE tan desconocido desde que asumió el gobierno Pedro Sánchez. Si se trata del ‘sí, pero no y el no, pero sí’ pues vale el juego, aunque, a veces, jugar con fuego no es muy recomendable. Los populismos de ocasión llevan a fingidos escenarios donde «lo que no es posible es falso».