Debo ser muy torpe pero jamás he leído ni interpretado el recibo de la luz eléctrica porque me pareció siempre un papel confuso, lleno de guarismos y kilovatios indescifrables. Yo formo parte, humildemente, del común de los mortales.
La electricidad nos llega a casa al instante, simplemente con accionar un interruptor, -si es que en ese preciso instante no se ha producido ningún corte de energía-, de la misma manera que cada final de mes nos envía el cargo bancario la compañía productora. Y no hay más. Enciendes la luz, apagas la luz y pagas la luz. A no ser que seas un experto coñazo es prácticamente imposible llevar un control exhaustivo de lo que consumes y pagas. Por impericia y confianza lo dejamos en manos de la honrada empresa proveedora.
Como no teníamos bastante, desde el pasado sábado, día 3 de agosto, festividad, entre otros onomásticos, de San Fausto, con tan fausto motivo el gobierno ha autorizado las nuevas tarifas eléctricas que parecen que suben los recibos, pero paradójicamente los bajan. Dicho de esta forma parece incomprensible, pero es fácil de entender. Al principio se parece a la anécdota del gallego que no se sabe si sube o baja las escaleras. Pero esta vez han utilizado una explicación inexplicable pero explicada.
Verán, por lo que he podido saber, pagarán menos quienes más consuman y más los que consuman menos.
Vamos a ver. Antes llegábamos a casa y observábamos cinco luces encendidas. ¿Qué hacíamos? Pues poner el grito en el cielo, cabrearnos y reprimir a los niños para que fueran apagando, una a una, las lámparas de inútil alumbramiento.
A partir de ahora tendremos que hacer lo contrario si queremos beneficiarnos de la bonificación tarifaria. Que llegamos a casa y están las luces apagadas la reprimenda es a la inversa: «Niños, ¿que hacéis con las luces apagadas?». Ya estáis encendiendo todas las luces. Con lo cara que está la electricidad es que no tenéis conciencia. Vamos, hombre, esas luces encendedlas, que esto parece una caverna. Y el ordenador, ¿qué haces con el ordenador apagado?»
Los verdaderamente desgraciados, a partir de ya, serán los que no consuman o consuman energía con mesura. Ya no vale lo del consumo responsable aunque, como todo tiene truco, nos viene a la memoria Muñoz Seca cuando, en La Venganza de Don Mendo, Mendo a Magdalena le explica la complejidad del juego de las siete y media, en el que parece basarse el nuevo sistema de precios en el recibo que recibiremos: « Y un juego vil/ que no hay que jugarlo a ciegas,/ pues juegas cien veces, mil,/ y de las mil, ves febril que o te pasas o no llegas./ Y el no llegar da dolor,/pues indica que mal tasas y eres del otro deudor./ Más ¡ay de ti si te pasas!/ ¡Si te pasas es peor! Fin de la cita.