Aunque, históricamente el hecho se repite, no es muy frecuente la coexistencia de dos Papas uno en Castelgandolfo, (Benedicto XVI), –que siempre fue residencia de verano para el pontífice de turno– y otro, Francisco, que por humilde austeridad fundamentalmente, ha elegido la residencia Casa de Santa Marta, dentro del Vaticano, porque dice que no le seduce demasiado la soledad. Allí desayuna, almuerza, cena, duerme y, sobre, todo habla con obispos, curas y laicos. El palacio apostólico ha quedado como lugar de trabajo y de representación. Lo cierto es que tenemos dos Papas, todo un lujo en estos tiempos de pobreza.
Los dos Papas van de blanco. Francisco continúa calzando sus viejos zapatos negros de cordón y no se si Benedicto sigue utilizando los estilizados mocasines rojos que puso de moda durante su mandato. Un par de ellos se conservan en Granada, en el museo de la Casa de los Pisas y unos, semejantes, los guardo en mi fondo de armario zapatero por si algún día me llegara la gracia, como a Pablo de Tarso, y me nombraran Camarlengo, ‘Honoris Causa’, por el Estado Vaticano. Más verosímil se me antoja que antes sea una religiosa quien ostente, en un futuro, algún cargo de responsabilidad en la reorganización que, lentamente, pero con firmeza está llevando a cabo el argentino Bergoglio, quien ya ha reivindicado un papel más destacado de la mujer dentro de la Iglesia.
Verdaderamente, Francisco no deja de sorprendernos con gestos, reflexiones, comentarios y análisis, hasta ahora inéditos en la figura de un Papa, que incluso suscitan perplejidad a prelados, religiosos y ciudadanos. Pero lo curioso es que el Papa emérito tampoco ha cerrado el pico y manda cartas, como la recogida recientemente por el periódico ‘La Reppublica’, dirigida a un matemático, Odifreddi, en la que expresa su opinión sobre la fe, la ciencia y el mal a modo de réplica al texto editado por el escritor ateo.
La buena química y el respeto que Benedicto y Francisco se profesan evitará, en todo momento, que entre ellos se pisen la sotana porque dos Papas hablando o escribiendo al mismo tiempo puede, en algún caso, llamar a confusión.
A nadie se le escapa que el bueno de Ratzinger puso al día a su sucesor sobre los delicados asuntos de palacio y Bergoglio debió tomar buena nota, por las decisiones que va adoptando en su corto pontificado no exentas de polémica interior.
Lo que quería dejar claro, como escribí al conocer la renuncia del Papa alemán, en su día, es que es posible, dada su edad, que se sienta débil físicamente pero sigue estando lúcido intelectualmente hasta para saltarse su compromiso final de que: «A partir de ahora, permaneceré oculto al mundo».