De la rica y vasta fraseología popular motrileña existen, entre otros, los términos de «chapetao», «cipote», «joibombo», «ciruelo», «sabuco» «cebolla» o «farfollas» con los que se califica a los que no andan muy bien de la azotea. Me he acordado del singular lenguaje costero por Nicolás Maduro, el venezolano, que si bien es cierto que su comportamiento, en vida de Hugo Chávez, fue de enorme discreción, desde su muerte ha ido en aumento su espiral y esperpéntica imaginación en las perlas del disparate.
Por cierto, que hemos sabido por pluma de Aznar que no apoyó el golpe de estado contra Chávez y bien que se lo agradeció el entonces mandatario llamándole fascista en la XVII Cumbre Iberoamericana. Fue entonces cuando, indignado, el rey Don Juan Carlos le interrumpió y le dijo aquello de: «¿Por qué no te callas?».
Callado ya para siempre, el sustituto que han buscado en la jefatura del Estado de Venezuela es de aurora boreal. No alcanzo a entender cómo el pueblo venezolano asiste impasible a tan absurdas situaciones, actuaciones y comentarios del señor Maduro. Primero fue, recién fallecido Chávez, lo del pajarito que dijo que era su reencarnación; después decretó clonarlo; más tarde anunció, «urbi et orbi», su canonización que exigió al Papa Francisco y, por último, ha descubierto «apariciones» de su rostro en un trozo de pared de las obras del metro de Caracas.
Maduro está como la jaca de Peralta y todos los días se inventa algo nuevo para distraer al personal, con el único fin de consolidarse, perpetuarse, diría yo, en el poder. Mientras tanto cierra televisiones, cines, periódicos y también se le ha ocurrido, ahora, liberar a Iberoamérica de Twitter o crear el viceministerio para la Suprema Felicidad Social, adelantando el aguinaldo y la celebración de las Navidades. Todo ello lo intercala con amenazas de encarcelar a periodistas y a sus adversarios políticos o inventar palabras como «millonas» (femenino de millones, según él) que ha propuesto a la Real Academia de la Lengua para que el palabro sea incluido en el diccionario. En fin, la ignorancia y la osadía del personaje son de tal calibre que cualquier día de estos no debe extrañarnos que se postule para ser acreedor al Nobel de la Paz.
En la historia de emperadores, reyes y jefes de Estado hemos conocido un largo repertorio de hombres y mujeres que dejaron sus rastros como virtuosos, justos, cultos, caníbales, ladrones, asesinos, ambiciosos y locos. Nicolás Maduro será recordado como uno de los mayores necios de la política mundial.
Alguien dijo que el necio nunca se hace responsable de elegir. Piensa que otros son responsables de sus fracasos o malas decisiones. Es decir, un claro ejemplo de imbecilidad.
Estimado José Mª Guadalupe:
Me permito dirigirme a usted, con el debido respeto y consideración, ya que es usted miembro del partido político PP, y colaborador de IDEAL, y buena persona.
En primer lugar, veo que los miembros del PP no son personas consecuentes y andan movidos por las corrientes de lo correctamente político. Para decirle que tenemos que ser consecuentes todos: con la defensa de nuestra fe, de nuestra nación, ideología, etc. etc.; y respetar a los demás. Me viene a la memoria, un artículo que publicó usted hace unos años, refiriéndose a una gitanilla que actuó en una fiesta que le dio Granada a un Sultán o algo así que nos visitó, y la niña le dijo al personaje: «Servidora no folla»; no sin antes agradecerle al Sultán las atenciones y obsequios que le quería hacer.
Ahora, el miembro de su partido con cargo de secretario general don José
Luis Sanz Ruiz, en unión de de otros políticos del PSOE e IU, exigen al Arzobispado de Granada, que rectifique por la publicación de un libro que a ellos no les gusta. Ocurre igual con sus compañeros columnistas de IDEAL: Mª Dolores F. Fígares, Andrés Cárdenas y Juan de Dios Villanueva Roa. Alguno pide que el libro se queme públicamente en la Plaza de Bib-Rambla, y les pregunto a ustedes: ¿También se van a quemar las páginas de IDEAL de anuncios por palabras, donde se insertan anuncios de personas de ambos sexos; unos puestos voluntariamente, y otros, inducidos por proxenetas, ofreciendo todo tipo de aberraciones y humillaciones sexuales, a cambio de unos cuantos euros. ¡Eso si que hace daño! y mientras, ustedes, mirando para otro sitio. Aprendan de la gitanilla. Atentamente.