En un aeropuerto danés han impuesto un límite de tres minutos para que las parejas se despidan antes de embarcar. La razón es que, ellos y ellas, dejan el coche mal estacionado y se arma un serio conflicto de tráfico en el aeródromo. Lo suyo sería que las autoridades aeroportuarias propiciaran una zona de aparcamiento y de ésta forma las parejas pudieran morrearse hasta el último aviso que eso es excitante. Tampoco se trata de alargar la cuestión hasta que suenen las alarmas. Pero esos besos cálidos, esos tocamientos carnales de moderado estilo, esos abrazos de enérgico sentimiento deben respetarse, entre otras razones, porque pueden ser los últimos, salvo que la intensa pasión haga que se pierda el vuelo predestinado.