Cada vez que leo un auto de la jueza Alaya tengo más claro que, en realidad, la magistrada querría ser periodista. Empiezo a sospechar que en su maleta guarda una máquina de fabricar titulares, que es el segundo deseo de todo reportero -el primero, obviamente, es una máquina de fabricar billetes-.
Ahora, Mercedes Alaya ha señalado a la exconsejera Magdalena Álvarez y a dos de sus antiguos colaboradores como “promotores” de un “procedimiento ilegal” para conceder subvenciones millonarias. Para que nos entendamos, como supuestos ideólogos del mangoneo de los ERE.
Con el mismo razonamiento jurídico podría haber implicado a cuantos tuvieron capacidad de decisión en la Consejería de Economía y en alguna de sus empresas satélites en la década pasada; pero, probablemente, la jueza haya decidido empezar por estos tres para no achicharrar la máquina de titulares.
La esencia de la imputación se sustenta en un principio tan obvio como irreal: que todo dirigente sabe lo que hace y, en caso contrario, tendría que haberlo sabido.
De prosperar, Magdalena Álvarez tendrá que hacer frente a una fianza civil de 29.568.129,20 euros que, según la magistrada, está “cuantificada a grosso modo”, lo que vendría siendo a ojo. Con un margen de error de 20 céntimos arriba o abajo. El que fuera su viceconsejero tendrá que respaldar 22.176.096,89 euros y el secretario general de aquella época 8.870.438,76.
Solo ha faltado que la jueza embargara también el bolso tan fashion que llevaba Magdalena el día que fue a declarar; pero se conoce que el artilugio de generar noticias no andaba hoy ocurrente.
A la jueza le pasa como a los periodistas cuando mordemos una exclusiva: que la estiramos tanto que, al final, ni siquiera nosotros mismos sabemos dónde queremos llegar con tal de encontrar a algún culpable. Y el riesgo de Mercedes Alaya radica en que termine convirtiendo la instrucción en una causa general contra la Junta y acaben imputados hasta Hércules y los dos leones.
Aplaudo el arrojo de una jueza que ha decidido revisar los excesos de una estructura de poder que tenía vicios más peligrosos que los gin tonics y la coca.
Aunque está demostrado que lo que verdaderamente crea adicción es la máquina de titulares.
A ver si me la prestara un día.
Deja una respuesta