Sobre el cielo del Realejo

Sobre el cielo del Realejo, apoyado en la barandilla metálica que circunda el cupulín de la Iglesia de Santo Domingo de Granada, en el Realejo, a cincuenta metros de altura, la brisa dura y seca de Sierra Nevada se cuel aentre las renidjas del casco de seguridad. El sol pega como más de cerca y estiras la mano y puedes tocar las agujas de la Basílica de las Angustias… para empezar.

Si te giras un poco tocas la nieve que ofrece Sierra Nevada como una ubre nutricia y madre. Está ahí, respingona y cristalina, como un tapete aterciopelado de brillantes aristados que se dejan mecer entre los rayos de cien soles. El azul del cielo que pende sobre nuestras cabezas aparece intenso, azulísimo y permite como zambullirte poer hacia arriba, como si fuera una piscina.

Así son las sensaciones que te invaden cuando andas por ahí arriba, Periodismo de altura, decíamos los tres compinches entre bromas: Alfredo Aguilar, autor de las fotografías, José R. BAena, el cámara y este que os escribe.

La siguiente escena sacude los sentidos porque muestra de forma continua una visión de granada única, mágica, maravillosa. ¿Cómo expresarlo? Arriba del todo junto a la Torre de Comares se alza majestuosa la Torre de la Vela que muestra cual cabeza de saurio el cuerpo delmonumento que protege, nazarita, rojo y alhambreño. Las Dos Torres, Tolkien en Granada ¿Estuvo alguna vez y lo copió como dicen que hizo con las cuevas hobittianas de Guadix?

Son las cosas que piensa, cuando tus vivencias se pegan con tus lecturas, con tus viajes con las músicas y con los besos.

Aparece la colina del Realejo, la Antequeruela, el imponente carmen Rodríguez Acosta en su esplendor, el Alhambra Palace y de repente se cose al Mauror. Nunca las había visto juntas como si fuera una sola.

La sorpresa final es cuando la perspectiva que nos da la altura del cúpula de la Catedral del Realejo confunde las colinas del Realejo con el propio Albaicín, mostrando una secuencia de belleza indescriptible, inefable utilizando el cultismo.

La conversación se detiene y sopla el viento. Una suave sensación de plenitud te embarga y vas preparando la muesca para tachar de algo que por fin has visto y que es una de las maravillas del mundo.

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