Ni uno, es que no he alcanzado ni uno de los objetivos que tenía para los treinta. Verán, allá por los siete años tracé mi plan vital y me salió de perlas. Básicamente tras terminar mis estudios me lanzaba a una vertiginosa carrera profesional que se veía completada con la aparición de un príncipe azul (no lo dejaba cerrado pero parecía bastante probable que fuese Guillermo de Inglaterra con el que tengo cantidad de gustos en común como los castillos y las joyas de su abuela) junto al cual formaría una enorme familia. Como ven el plan era sencillo, ahí residía su elegancia.
Pero el destino está colaborando poquísimo. Una es optimista como pocas pero claro, a nadie se le escapa que ya he cumplido treinta y uno y mi trabajo no pasa de resultón y lo del príncipe azul… Pues miren casi que si aparece una rana, rana de las verdes viscosas de charca de toda la vida, yo le doy una oportunidad que no está el huerto como para muchas chulerías.
Total que si quiero llegar al cuadro de objetivos de los 35 con cuatro hijos, un premio Nobel (quería dos como Curie pero ahora lo veo pretencioso) y siendo Presidenta del Gobierno pues voy a tener que ponerme las pilas pero que ya, ya. He echado cuentas y tengo que quedarme embarazada el mes que viene, y eso que me he puesto dos partos gemelares y que enamoro a Bradley Cooper por Skype en un par de semanas, en las que tengo que aprovechar para preparar las presidenciales.