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Abuelita, qué boca tan grande tienes

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Abuelita, qué boca tan grande tienes

Hoy me he puesto en plan sentimental y he ido a ver a mi abuela, por aquello de que era fiesta y estaba nublado. Me la imaginaba sola, viendo pasar la gente desde su balcón mientras hacía un nostálgico repaso a su vida. Mi visita le consolaría de su solitaria senectud llevándole un poco de alegría. Pero en realidad no sé para qué voy, supongo que mi imaginación no escarmienta. Ni estaba sola ni en casa, sino tomando churros en plaza Bibrrambla con su inseparable y discreta amiga Dolorcitas.

– ¡Hola abuela! – La he saludado uniéndome a la mesa. No es que se las viera muy tristes, la verdad.
– ¡Hola niña! ¿Qué haces aquí? – El tono me ha sonado un pelín a que estaba de más, pero supongo que cualquier abuela se alegra de ver sangre joven.
– He venido a verte, claro está, – le he contestado con una sonrisa mientras me pedía otra ración de churros y un chocolate.
– Claro, pobre, como no tiene novio – le ha dicho ella a Dolorcitas. Es una cosa curiosísima, mi abuela piensa que por el solo hecho de no mirarte ya no la oyes. – Como no espabile se quedará solterona.
– Para que te enteres, abuela, estoy contentísima con mi estado. Lo paso fenomenal siendo single y no tengo intención alguna de encontrar pareja.
– ¿Qué has dicho que eres?
– Single abuela, single. Es un término ingles que se refiere a la gente que, como yo, disfrutamos de nuestra soltería.
– ¿Qué ha dicho? – Ha preguntado entonces Dolorcitas, que es un poco dura de oído y la pobre no veía manera de incorporarse a la conversación.
– Que a las solteronas se les llama single en inglés, – y cogiéndola del brazo con cara de circunstancias – Mi nieta como verás es soltera pero muy leída. Aquí donde la ves es boticaria y está estudiando para médico.
– Abuela, yo no estudio para médico, – he interrumpido enojada. – Estoy haciendo la tesis en edafología.
– ¿No me dijiste que ibas a ser doctora? – Ahora la enojada era ella.
– Bueno sí, doctora pero en edafología, – he aclarado con dignidad.
– ¿Y esos que curan? – Me tenía poco respeto, pero después de esto lo mismo hasta deja de hablarme.
– Los edafólogos no tienen nada que ver con la medicina. Estudian el suelo, las rocas… Esas cosas. – ¿Por qué estaba tan nerviosa? No tengo nada que esconder.
– ¿Y eso para que sirve? – Mirada asesina. Tono severo. Menudo genio tiene esta mujer.
– Pues para…
– Estupendo. Solterona y sin trabajo. Menos mal que sabes inglés, – ha zanjado mientras se levantaba y dábamos por terminada la merienda.

Y aquí estoy. Sentada frente a mi balcón, con los ojos llorosos y haciendo un nostálgico repaso a mi vida mientras veo caer la lluvia. No vuelvo a ir a ver a la abuela en mi vida.

El Complot

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El Complot del hombre del tiempo

Yo no sé que pasa conmigo pero todos los años al llegar esta fecha la misma historia. Cada vez que salgo a la calle me da la sensación de que más que vestida fuese disfrazada. Menos mal que hay algunas solidarias que me hacen compañía, porque otras parece que tuviesen al hombre del tiempo chivándoles las últimas novedades cada diez minutos. Yo por más que lo intento no atino.

Lunes: Me planto mi top lila y mis vaqueros. Salto a la calle con decisión camino a la parada del autobús. Así, de repente, sin venir a cuento, se pone a llover y toda el agua sucia de los charcos se me va colando por las sandalias de dedo. Patricia Guirao, con la que coincido siempre en mis itinerarios, luce magnífica con su paraguas moka y sus botines a juego sorteando, con gracia los charquitos que encuentra a su paso. La envidio.

Martes: Puff, que sueño, pongo el despertador veinte minutos más y me tomo por mi cuenta otros veinte. Cuando por fin despierto apenas me da tiempo de recapturar el mismísimo modelito del lunes. ¿Dónde están el jersey y las manoplas que dejé preparadas anoche? Encima, encontrar un paraguas resulta del todo inviable, así que hago de tripas corazón y me lanzo al asfalto. Sigue lloviendo y hay más charquitos. ¡Qué asco! ¡Qué frío! Menos mal que Patricia me hace un hueco bajo su paraguas y la mitad del camino voy protegida. ¡Mañana no me vuelve a pasar a mí esto!

Miércoles: Hoy se va a enterar Patricia. Después de dar lo mejor de mí misma en la búsqueda de las distintas prendas consigo hacerme con unos botines y un paraguas. No hacen juego, porque el único paraguas que encuentro es el de Hello Kitty que se dejó mi prima el año pasado, pero al menos es un paraguas. La búsqueda ha sido una carrera frenética contra el reloj. Hubiese sido estupendo sacar unos segundos para mirar por la ventana. Luce un sol radiante y hago un soberbio ridículo camino a la parada del Bus. Patricia es el centro de todas las miradas con sus short ibicencos y su camiseta a juego. Me encantaría saber donde se ha comprado las sandalias de esparto porque son preciosas, pero me da vergüenza acercarme con la facha que llevo. A lo mejor no me ha visto.

Jueves: Ocho y veinte de la mañana, y amanece nublado. Esta vez sí que no me pillan. Gracias a Dios he conseguido recapturar mi pantalón de lana gris y una camisa blanca y voy maravillosa con mi chubasquero y mi paraguas. Parezco un anuncio del Corte Inglés. Patricia tampoco va mal con su gabardina Burberrys y su gorrito a juego. Salgo a las doce y cuarto. ¡Mi madre qué sofoco! Ha salido el sol y les garantizo que sudo la gota gorda. Los pantalones de lana me están matando y la camisa la llevo remangada como puedo. Me cruzo con Patricia. Lleva la gabardina en el brazo dejando ver su precioso vestidito de piqué, el gorrito debe ir en su maxi-bolso. Parece un anuncio del Corte Inglés. Les digo yo que esta está liada con el hombre del tiempo.

Jueves: No puedo salir. Tengo un febrón fenomenal. Mi médico dice que es por los cambios de temperatura, que abuso del aire acondicionado y que no me olvide que ya no estamos en agosto. Sospecho que es el padre de Patricia.