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Mi amigo Beltri

 

Las secuelas de Halloween
Las secuelas de Halloween

 

– Muchas gracias por venir Daniela. Después de nuestra última cita no tenía nada claro que aceptases verme.  –  La última vez que lo vi acabamos en comisaría.

– Quita, quita Beltrán, estoy encantada. ¡Uy, pero qué blanquito estás!. ¿Has perdido peso?  –Pregunto mientras me siento en nuestra mesa.

– Dani, he cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. Ahora soy un vampiro.

– ¿Tú un vampiro? – Lo que me faltaba ahora que después de diez años por fin ha terminado Derecho empieza con los complejos. – Lo de que los abogados sois unos chupasangres es un tópico…

– No, no Daniela. Soy un vampiro de los otros  – y me echa una mirada significativa a la vez que saca los dientes en un gesto horrible.

– ¿Te refieres en plan Drácula y esas cosas?  – En otro sería una confesión bastante extraña pero Beltri ha sido ya casi de todo.

– Yo soy más del rollo Cullen.

– Aaaah, ya, – mi madre cuanto tarado suelto.  – Tú no puedes ver la sangre, te desmayas.

– Lo suplo con vocación Daniela. El otro día probé un trozo de morcilla y te digo que no me disgustó…

– Ya bueno, es prometedor, pero comer morcilla no te convierte en vampiro Beltri. ¿Para qué diablos quieres ser tú un vampiro con lo bien que te iba de hobbit?

– Dani, solo quiero avisártelo porque me figuro que te sentirás fuertemente atraída por mí. La vampirez es lo que tiene, os deja listas en un plis-plas. En ese sentido la vida de Hobbit era más tranquila.

Llega el camarero yo pido un café con leche y él un cola-cao y pan tumaca.

– Para ser un vampiro te cuidas ¿eh? Cola-cao y pan tumaca. Eso lleva ajo y no me gustaría que te desintegrases delante de mí. Estaría feo.

– No soy ningún purista. Esto es como los vegetarianos y el queso. Yo soy vampiro pero con mentalidad abierta. Lo que sí que he dejado del todo es el brócoli.

– ¿El brócoli?

– Sí, desde que soy vampiro lo he dejado, como las judías.

– Naturalmente, un vampiro comiendo judías pues como que no.

Y es la verdad. Drácula comiendo judías y luego directo al ataúd con lo mal ventilado que está eso pues es un problema. Beltri me sacó de mis ensoñaciones.

– Daniela. Por favor, no te enamores de mí. No quiero hacerte daño.

– Ya bueno, no te preocupes Beltri, yo soy más de hombre-lobo ¿sabes?. Oye, si ya no te vale el anillo élfico lo acepto encantada.

– ¡Gollum!

– No empezemos Beltri que terminamos en comisaría como la última vez.

– Gollum, más que Gollum – me arrea un mordisco y sale corriendo. Por lo menos esta vez no ha venido la policía.

– ¡Adiós Beltri. Nunca cambiarás!— Vocifero mientras pienso para mis adentros que algún día el anillo será mío. ¿Después de todo, para qué lo quiere un vampiro?

Mi tessoro. Preciosso mío…

HALLOWEEN

Bruja
A ver si me gano el respeto del vecindario de una vez..

La pura verdad es que me resulta una fiesta de lo más antiestética. Eso de decorar la casa con lápidas y calaveras, pues la verdad, no me acaba de convencer. Ayer estuve en una tienda buscando algún adorno coqueto y sin darme cuenta me estaba interesando por el precio de una telaraña gigante  que por desgracia no formaba parte del atrezzo sino un descuido de la limpiadora. Buena negociante la dueña, sí señor, me la vendía por cinco euros si estaba muy interesada  y me regalaba un murciélago tuerto al que le faltaba una pata. No quise hacer más indagaciones pero para mí que también era material original. Deben de haber aprovechado esta fiesta para hacer limpieza de almacén y encima sacar unos euretes.

Luego está el asunto de los disfraces, yo quiero ver qué pinta tendría de princesa o de hada o algo así pero no siento la menor curiosidad por saber cómo me quedaría un hacha atravesándome la cabeza. Más simpatía siento por las brujas y las calabazas. Una amiga de la infancia decía que toda mujer esconde una bruja. Buena o mala pero una bruja. No sé yo qué decirles, en más de una ocasión he tratado de convertir en gato a un par de indeseables y puedo asegurarles que de momento no he tenido mucho éxito. Y lo de volar en escoba pues también estaría sensacional así que este año estoy lanzada a invertir en una buena escoba y en unas medias a rayas rojas, a ver si salgo volando y dejo a todos los vecinos patitiesos de la impresión. Ya verán como ninguno me vuelve a mirar mal por no ir a las reuniones de la comunidad. Una buena puesta en escena y hasta es posible que me arreglen el jardín de balde. Sí, esta perspectiva me está animando, voy a decorar alguna calabaza y a hacerme la interesante por el barrio. Ya saben, algún comentario del tipo: «¿Habéis visto un pelo de ratón? Lo necesito para una cosita» o bien «¡Uy! Mi frasquito con aliento de murciélago que se me caía»… Ya les contaré, ya les contaré JA-JA-JA-JA-JA (Risa malvada, muy malvada).

Fiesta de Halloween

© velusariot - Fotolia.com
Fiesta de Halloween

Menuda alegría me llevé la semana pasada cuando encontré el disfraz de vampiresa deluxe completo y a precio de ganga. Por veinte euros me daban un corpiño monísimo con cintitas en plan molinera del siglo XVI, una faldita negra de tubo y hasta una capita de raso de lo más resultón. Por si fuera poco, también iba incluido una pelucaza a lo Salma Hayek y unas medias de rejilla. Si la modelo de la foto, que no me llegaba a la altura del betún lucía tan estupenda, yo iba a quedar digna del Olimpo. Lo cierto es que resultaba un poco atrevido para mi estilo usual, pero qué se yo, por una vez no está de más pasarse de lujuriosa, que hay que aprovechar. Estaba decidida a ser la sensación de la fiesta de Halloween de Patricia Guirao, en la que, para colmo de dichas, Lucas y Marta Jiménez se habían ofrecido a llevarme en su coche. Como nunca pillo vehículo de gorroneo me hacía casi más ilusión que la fiesta. Llena de emoción me dispuse a las siete a ponerme mi modelazo, que todavía estaba en la bolsa original.

FALDA: Tras diez minutos probando distintas combinaciones me tuve que resignar y aceptar la realidad. Allí no cabía más de pierna y media, pierna y tres cuartos si me ponía en plan egipcia y retorciéndome un poco. Como estoy llena de recursos y plena de entusiasmo cambié de estrategia tratando de metérmela por la cabeza. La cosa iba bien hasta llegar al ombligo y tratar de abrir camino en la zona problemática. Un sonoro RAAAAAAAAASSSSSS dio al traste con mis esperanzas y ha dejado claro que de la falda no se podía esperar mucho más.

CORPIÑO: ¡Pero qué clase de modelo han buscado para la foto! Toda la tela que me faltaba de falda me sobraba en el corpiño. Probé a apretarme los lazos y a base de fruncir la tela conseguí encajármelo, pero, claro, parecía un fuelle, y para nada me estaba quedando como en la foto. Como encima de pronto hace un frío de muerte, ¿dónde diablos iba yo en tirantes? Por supuesto, la opción de ponerse el jersey de cuello vuelto debajo del corpiño iba en contra de la filosofía.

MEDIAS: Me hacían una pantorrilla adorable, pero ahí acababa todo. Y lo digo literalmente porque por más y más que tiré no subían ni un milímetro por encima de la rodilla. Apoyándome contra la pared pude estirar la derecha hasta cuatro dedos por encima de la rodilla, logro que me brindó el entusiasmo necesario para intentar tan espectacular resultado en la izquierda. La avaricia rompe el saco, o en este caso la media. Un silencioso boquete del tamaño de una manzana golden se instaló exitosamente y las medias fueron a hacer compañía a la falda.

PELUCA: El flequillo que a la muchacha de la foto le enmarcaba la seductora mirada, pero en mi caso me enmarcaba la punta de la nariz. Como el tiempo se me echaba encima me apresuré a ir a por las tijeras pero eso de cortar un flequillo recto es más complicado de lo que parece y emparejando, emparejando, casi sin darme cuenta me quedé sin flequillo que emparejar. La peluca sin flequillo quedaba fatal y encima los restos de pelo asemejaban una tercera ceja.

Total, que todo lo que me ha quedado de disfraz era la capa, y mirándome en el espejo parecía el anuncio de “Magia Borrás”. A grandes problemas, grandes soluciones. Ni corta ni perezosa he cogido el teléfono:

– ¿Marta?… Hola guapa… Que mira, que no vengáis a por mi que yo esto de Halloween lo veo muy americano, y he decidido no ir a la fiesta. – Lo ha comprendido perfectamente. Si ella supiese. Lo que más me duele es lo del coche.