Escribo desde la Zona Norte de Granada. Estamos en plena Junta Municipal de Distrito y los vecinos hacen uso del turno de palabra. Hay participación, hay debate. Así da gusto.
El edificio del Centro Cívico está coronado por un grafiti precioso de El Niño de las Pinturas. Mira que llevo viniendo dos años y no me había fijado.
Tiene su cosas el Polígono de Cartuja. Aquí, en la calle Julio Moreno Dávila, hay exactamente la misma distancia andando al megacuartel de la Guardia Civil, con torres de creo diez pisos, que al llamado Poblado, el corazón del Polígono, donde la historia se escribe de otra forma, entre la aplicación de proyectos sociales s a redadas policiales con antidisturbios robocop.
Por eso brilla tanto esta pintura, porque quiero pensar que la poesía, la pintura y el arte; las letras y las canciones tienen futuro, bien cargadas e instaladas en los cerebros, como munición social para disparar en estas calles, plazas y descampados.
¡Eso es! No sabía, no me salía, en la Zona Norte todavía hay descampados. Y en ellos se escribe la crónica negra de nuestra oscura sociedad.
Por eso son tan importantes los colores de un grafiti.
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