Nunca entendí la fijación de Frank Sinatra por fotografiarse, cantar y bailar en todos los saraos de aquella Casa Blanca dirigida por Ronald Reagan ideologizada hasta el extremo de la paranoia.
Quiero pensar que Sinatra, uno de mis héroes, el rey de los piratas, quería terminar de limpiar su imagen por si le acuciaba algún problemilla de los viejos y buenos tiempos de Las Vegas. Y el bueno de Ronald sabía pagar favores.
Más comprensible me parece que Bruce Springsteen se lo pase en grande con Bill Clinton antes y con Barack Obama ahora a guitarrazo limpio. Siempre recordaré el recado que le mandó a Reagan cuando el entonces presidente de EE UU comentó que «Born in the USA era una gran canción patriótica». «Ni siquiera la ha escuchado», declaró el Boss entonces.
Mientras en Estados Unidos deambulan entre Sinatra y Springsteen, en España lo de la música y la política siempre ha dejado bastante, bastante, bastante que desear.
Dicen que a Franco solo le gustaba Lola Flores y la Modernidad no llegó hasta que el dictador se murió y con el Mundial del Naranjito, España 1982, los Stones tocaron en el Calderón. Fue la mejor apertura de concierto en toda la historia de la banda cuando, tras un calor de julio sofocante, empezaron con Under my thumb en medio de una tormenta con rayos. Apoteósico.
Previamente, la entonces ministra de Cultura, Soledad Becerril, recibió la mayor pitada de la historia en el Calderón cuando llegó al concierto y apareció en el palco. Por lo menos, la UCD se había traído a los Stones. Algo empezaba a cambiar en este país y la Movida brotaba por Malasaña.
Por cierto. No pienso hablar de los cantautores.
Con el PSOE de Felipe estalló la Movida madrileña. Aunque sería mejor recordar al alcalde Tierno Galván, impulsor del movimiento.
Igual es que me fui haciendo mayor, pero de la etapa de Aznar, de Rodríguez Zapatero y la actual de Mariano Rajoy solo soy capaz de recordar la boda de la Infanta Cristina y Urdangarín, donde fue el grupo Siempre Así quien amenizó la fiesta (Ver link en Wikipedia).
Con estos detalles luego no sé cómo nos extrañamos de que pase lo que pase. Me entran también los mil gaiteros de Fraga y alguna sardana entreverada por la parte catalana.
Hasta que, como esto de la Transición ya se estaba haciendo muy laaaaaargo, a partir del 25 de mayo de este año, con los resultados electorales de las elecciones europeas en la mano, todo el castillo de naipes se deshizo como un episodio cualquiera de House of Cards.
En menos de un mes la Transición yacía en coma con respiración asistida y se iba el líder de los sociatas vascos, de los sociatas catalanes, Rubalcaba también se piraba y, para rematar la faena, el Rey Juan Carlos cogía las de Villadiego.
Del PP no hablo que su tesorero está en la trena y Matas va a entrar en unas 48 horas en el talego, y no es plan.
El eco que se quedó grabado de todos estos días es que «se daba paso a una nueva generación«, lo que conlleva también nuevos procesos, nuevas estrategias, nuevos sistemas. Y en ese hueco, un diputado socialista vasco, Eduardo Madina, se postulaba para las primarias a secretario general del PSOE y obligaba a todo un partido a que cambiara la forma de elegirlo por primera vez en su historia.
Eran realmente nuevos tiempos ya que en vez de ser elegido el secretario general por unos delegados lo elegirían directamente todos los militantes socialistas. Más democracia y oxígeno frente al empuje de Podemos, que vienen dando en las espinillas y directamente en los huevos.
El tipo que ha conseguido esta evolución en el PSOE que va a llevar a que también el candidato a presidente del Gobierno del partido sea elegido de esta forma directa, en noviembre, dicen, estaba sentado delante de mí en una terraza de Granada.
Es ese pellizco que sientes de estar ante un trozo de historia. A su lado, para coronar el cuadro, estaba Erick, el batería de Los Planetas.
De la entrevista me quedo con una frase de Eduardo Madina: «Yo soy el que conseguí que tú pudieras votar», en referencia al ciclón democrático que ha supuesto para el PSOE que los militantes puedan elegir al secretario general.
Del encuentro me quedo con la conversación que fui testigo, entre Erick de Los Planetas y Eduardo Madina. Nada especial que contar, viejos conocidos, donde el protagonismo tornaba de uno a otro, la estrella emergente de la política pero también el fan total de la banda de Granada. Erick no hacía sino cumplimentar al fan, never al político.
Le pregunté a Eduardo Madina qué haría si tuviera que elegir una noche entre visitar la Alhambra o un concierto de Los Planetas
-«Los Planetas», respondió. «Es que es el grupo de mi vida», explicó.
Y, de repente, la metáfora se cerró. El candidato a mandamás del PSOE es fan de Los Planetas. Ni de la Movida, ni de Mozart, ni de Siempre Así, ni de Springsteen, ni de Sinatra. De Los Planetas, un grupo de Granada, del cambio de siglo, de un Nowhere sin Transición, sin disimular, sin impostar, disfrutando. Los Planetas, que hasta el Banin fue de DJ a la boda de Eduardo Madina en Sevilla.
No son nuevas formas. Son nuevos tiempos. Pero son los tiempos que tocan. Son procesos irreversibles. Arrollan al que se pone por delante y lo deja en un pequeño rincón de la historia. Así es el Planeta Madina.
Va a ser un buen año
Fue un buen día
CRÉDITOS
-Las fotografías son de Moeh Atitar, de @equipomadina
Gracias, amigo Moeh.